Columna de Baltazar Jiménez Rosales
La mañana de ayer, el director general del Instituto Guerrerense del Emprendedor, el empresario capitalino Jaime Nava Romero, llevó a cabo un evento significativo para la dependencia a su cargo: la colocación de placas de Apoyo INGE 2016 en negocios precisamente de emprendedores.
Hasta ahí todo está bien, excelente.
Es de reconocerse el trabajo que en el Instituto Guerrerense del Emprendedor ha realizado Jaime Nava. Vamos, como se dice coloquialmente, este año “se comió” al titular de la Secretaría de Fomento y Desarrollo Económico, Abel Arredondo Aburto. Ha hecho un mejor trabajo.
Sin embargo, en cuanto a la tarea que tiene que desempeñar el Instituto Guerrerense del Emprendedor en lo particular tengo mis propios “asegunes”.
En primer término, entiendo que este instituto debe de beneficiar precisamente a los emprendedores, es decir a aquellos que tienen idea de algún negocio que les va a redituar lo suficiente para llevar el sustento a su familia, pero que no cuentan con los medios para concretarlo.
Entiendo por esto mismo, que aquellos negocios ya consolidados están descartados de los beneficios del Instituto Guerrerense del Emprendedor. Lógica pura.
Sin embargo, desde mi muy humilde punto de vista, ayer el Instituto Guerrerense del Emprendedor contradijo su espíritu, su esencia, al dejar al descubierto que ha otorgado apoyos a negocios ya consolidados del centro de la ciudad.
Alegan los negocios del centro de la ciudad que por el plantón que por dos años mantuvo la Coordinadora Estatal de Trabajadores de la Educación (CETEG) sus ventas se cayeron. Lo acepto. Algunos.
En el caso del propietario del negocio en el que ayer fue colocada la placa de Apoyo INGE 2016 —la cafetería “La Covacha”—, Ramón Carreto, este supuesto no aplica.
Si un negocio siempre está repleto de clientes todo el día es precisamente “La Covacha”. Sin embargo, el Instituto Guerrerense del Emprendedor benefició a este establecimiento comercial con 100 mil pesos a fondo perdido.
Este es solo un caso. Hay más, pero se me hace una incongruencia, lo cual compruebo con algo que sucedió precisamente en el evento en el que Jaime Nava Romero, en su calidad de director general del Instituto Guerrerense del Emprendedor, colocó la mencionada placa de Apoyo INGE 2016 a “La Covacha”: atraída por las palabras del funcionario, se le acercó la señora que frente a ese negocio vende atole desde hace años.
La señora en mención le solicitó un apoyo como el que le había otorgado al dueño de “La Covacha” y la respuesta de Jaime Nava fue que metiera su solicitud, pero que se apurara porque la ventanilla cierra en febrero, aunque tiene que presentar un proyecto. ¡Cataplum!
¿Quién necesita más el apoyo, el dueño de ¿La Covacha, un negocio ya consolidado cuyo propietario ni siquiera paga renta, porque es el dueño de media cuadra en el centro de la ciudad, o la señora que vende atole ahí “enfrentito”? Yo nomás pregunto.
Otra pregunta: ¿El Instituto Guerrerense del Emprendedor es para emprendedores o para que quienes ya están bien “prendidos” ?, digo.
Allegro…
En los corrillos del Poder Judicial, cuyo titular es Robespierre Robles Hurtado, se habla muy bien del trabajo que de manera soterrada realiza su esposa, Zurayma Ajuria Marbán, como titular de la Unidad de Participación Ciudadana de ese órgano colegiado a favor de los trabajadores. Veremos, ya que el papel que su esposo realiza deja mucho que desear.