Diputada Citlali Calixto Jiménez
Hace algunos días conmemoramos con orgullo cuatro años de la fiesta democrática más importante del México contemporáneo. Aquella que se suscitó tras conocer el triunfo de Andrés Manuel López Obrador en las elecciones presidenciales de 2018.
Andrés Manuel se presentaba como Presidente de México electo bajo la promesa de llevar a cabo la Cuarta Transformación de la vida pública y política del país. Desde entonces, la 4T busca dar fin al círculo vicioso que ha sumido a nuestro país en graves problemáticas como la pobreza, la corrupción y la desigualdad.
Sin duda, un proceso de este tipo se dice fácil, pero en realidad implica una serie de reformas profundas que naturalmente enfrentan resistencias institucionales de todo tipo. En ese sentido, tras algunos días de reflexión, y en congruencia con mi naturaleza como politóloga y con mi circunstancia como legisladora local, me propongo trazar un análisis para generar un balance general del momento político en que nos encontramos a cuatro años de un cambio de régimen como el de la 4T.
Los economistas Daron Acemoglu y James Robinson1 consideran que el éxito de los países depende del tipo de instituciones políticas y económicas que tengan: inclusivas o extractivas.
En ese sentido, históricamente en México se han formado instituciones políticas y económicas extractivas que por muchos años sobrevivieron bajo los gobiernos priístas y panistas.
En gran medida, esa es la razón por la cual el neoliberalismo se pudo instalar en nuestro país con gran facilidad: nuestras instituciones políticas se reservaban a una élite poderosa, y las instituciones económicas se configuraban para concentrar la riqueza en manos de unos pocos.
¿Qué sucede con la llegada de la 4T? Un cambio de paradigma contundente. Con la llegada de MORENA a los cargos de elección popular, llega una nueva clase política emanada del pueblo. Por primera vez personas a las que siempre se les había negado el derecho de participar en la política, tienen la posibilidad de hacerlo. Así, las mujeres, los jóvenes, las personas de la diversidad sexual, personas con discapacidad, personas indígenas y afromexicanas comenzaron a ocupar espacios de poder. Es en ese movimiento y en ese momento histórico que yo misma, como mujer de 22 años, tuve la posibilidad de competir por una diputación local, y en el camino, dialogar con la ciudadanía, construir un proyecto orientado al bien común, y juntas y juntos ganar la elección.
A diferencia del caso de la paridad de género, las candidaturas jóvenes no representan ningún tipo de acción afirmativa de las autoridades electorales, por lo tanto, lo que posibilitó este diálogo intergeneracional en las elecciones de 2018 y de 2021 fue el esfuerzo morenista genuino y congruente con los estatutos. De ahí que la ciudadanía le haya dado su voto de confianza a tantas y tantos jóvenes.
Por otro lado, con la llegada de la Cuarta Transformación la forma de entender el sistema económico también cambia. Ya no es prioridad atender los indicadores económicos que apuntan al supuesto desarrollo de un país, sino que ahora lo importante es atender el bienestar de las personas. De tal manera, son otros indicadores, como el Coeficiente de Gini, que mide el nivel de desigualdad de un país; o el Índice de Desarrollo Humano, que mide la educación, el nivel de ingreso y la esperanza de vida; los que se vuelven prioridad atender.
Prueba de ello es que México tiene un PIB superior a países como Finlandia o Suiza, sin embargo, estos países destacan sobre México por tener una mejor distribución de la riqueza y una mejor calidad de vida (es decir, un Coeficiente de Gini más bajo).
Es en ese tenor que nuestro Presidente instaura una serie de programas sociales integrales de atención a adultos mayores, a personas con discapacidad, a estudiantes, a jóvenes y a madres solteras. Y no sólo eso, nuestro Presidente se asegura de blindar estas nuevas instituciones inclusivas al elevarlas a rango constitucional.
De esa forma, ahora 10.5 millones de adultos mayores tienen acceso a una pensión universal bimestral de $3,850 que continuamente sigue en ascenso. Adultos mayores que en otras administraciones fueron olvidados e incluso violentados. Adultos mayores que en muchos casos no tienen ninguna otra fuente de ingresos, lo que deteriora su salud y su calidad de vida en general. Ellas y ellos ahora son nuevamente reconocidos como ciudadanas y ciudadanos valiosos que merecen acceder a una vida digna.
Las personas con discapacidad permanente, igualmente olvidadas, instrumentalizadas y deshumanizadas en gobiernos pasados, ahora tienen derecho a una pensión bimestral de $2,800 que les permite acceder a un poco de justicia social ante las numerosas barreras sociales que aún existen en nuestra sociedad capacitista.
Sobre esto, me permito destacar que además el programa se fortalece con la participación de los gobiernos estatales, quienes en muchos casos aportan el 50% de los recursos. De esta manera, se transita a un gasto público con mayor conciencia social.
Por otro lado, once millones de jóvenes que antes no tenían la posibilidad de acceder a la educación media superior por falta de oportunidades o de ingresos, hoy reciben una beca mensual que les permite cubrir gastos de movilidad, de material o de alimentación para mantenerse estudiando.
Aunado a eso, el gasto público de la Cuarta Transformación también se ha destinado a la construcción de las Universidades para el Bienestar “Benito Juárez García”, ofreciendo un mayor número de oportunidades a las y los jóvenes que sistemáticamente eran segregados de la educación superior.
Más de dos millones de jóvenes que antes eran rechazados, tachados de manera
clasista como “ninis”, hoy tienen mayores herramientas para incorporarse al mercado laboral de manera digna. Con el programa “Jóvenes construyendo el futuro” las y los jóvenes reciben capacitaciones que les permiten desarrollar habilidades laborales fundamentales para su vida adulta, además de recibir seguro social y un pago de $5,258.13 mensuales.
De esta manera, Andrés Manuel López Obrador no sólo democratiza el mercado laboral, sino que rompe el estigma sobre las y los jóvenes que no estudian ni trabajan, pues demuestra que no lo hacían por flojera, sino por falta de oportunidades, por un mercado laboral en condiciones deplorables y por un sistema que excluye a quienes menos tienen.
Como podemos observar con los ejemplos anteriormente citados, así son los
programas de la Cuarta Transformación: están orientados al cambio de las instituciones extractivas para la formación de instituciones inclusivas donde el bienestar es el objetivo.
Evidentemente acciones de este tipo traen consigo resistencias y críticas de quienes se resisten a perder los privilegios de antes. Hoy ya no son las y los Gobernadores, ni las organizaciones no gubernamentales, ni el partido en el poder quienes entregan los apoyos. Ahora hay una nueva relación gobierno-sociedad, sin intermediarios, donde la comunicación es directa y constante.
Y de eso se ha tratado el gobierno del pueblo que encabeza Andrés Manuel: de hacer otro tipo de política. Otro tipo de política que me dispongo a seguir analizando y compartiendo con ustedes.
Por ello, en un segundo análisis que estaré publicando próximamente, abordaré los impactos de la Cuarta Transformación en la inseguridad y en el sistema internacional, donde descubriremos que esta nueva forma de hacer política, orientada al bienestar, también transforma nuestros paradigmas de seguridad y de política exterior.
A cuatro años del cambio, seguimos avanzando