Por Baltasar Hernández Gómez ۞
La visita del gran visitador de México: El Presidente Andrés Manuel López Obrador en Guerrero.
Lunes 25 de octubre de 2021.
La visita de López Obrador al estado de Guerrero el pasado fin de semana no fue casual ni se derivó por la honesta preocupación del mandatario federal hacia una entidad confinada desde hace decenios a los últimos lugares de pobreza y extrema pobreza de México, la cual depende del sector turístico y las aportaciones de la federación para desarrollar, una y otra y otra vez, experimentos de gobierno que no sólo no han frenado el atraso social y económico prevaleciente, sino que lo han profundizado por los manejos perversos y corruptos de los recursos financieros, materiales, técnicos y humanos.
El Presidente vino a Guerrero acompañado de toda la artillería gubernamental para supuestamente enterarse cómo están sin maquillaje las siete regiones de la entidad, que es punto trascendental del corredor geopolítico del pacífico sur, que representa la primera línea de contención y dominio para que él siga conservando niveles de legitimidad y aceptación favorables, para permanecer en su cargo constitucional, esquivando los embates de la denominada oposición conservadora.
El actual poseedor de la silla presidencial y la banda tricolor acudió a Guerrero y a Acapulco en lo específico, para otorgar un espaldarazo, es decir, un apoyo metapolítico a los actuales gobernantes que surgieron de las filas del partido que fundó, deseando que los grupos dominantes de todos los colores e ideologías, opositores, críticos, profesores, empresarios y la sociedad civil entiendan que Evelyn Salgado Pineda y Abelina López Rodríguez, entre otros ejecutivos municipales y legisladores morenistas cuentan con todo su respaldo.
La gira no fue distinta a las que hicieron en su momento mandatarios priistas y panistas, toda vez que los discursos solamente incorporaron el deber ser, el ideal que nunca termina por concretar las expectativas y necesidades de la sociedad. Hubo, eso sí, un derroche de verborrea, de baños de pueblo, de citas históricas, de recuerdos de campañas pasadas y un desfile de colores y trazos donde lo menos importante eran las personas de carne y hueso.
En los mensajes transmitidos por los canales oficiales en los tres niveles de gobierno y los medios de comunicación estuvieron plagados de promesas y más promesas: inversiones millonarias a la región de La Montaña, apoyo financiero para la administración y programas contra la marginación y la discriminación, ayudas asistencialistas a indígenas, madres solteras, estudiantes, personas de la tercera edad, grupos vulnerados y la niñez.
Se insistió en que habrá más obras y mejores servicios públicos, a fin de devolver la funcionalidad a ciudades y comunidades rurales. Risas por aquí y manotadas por allá, pero nada sustancial que permitiera haber sentido el deseo sincero de servir a los millones de guerrerenses que no tienen una calidad de vida digna.
Antes de llegar y durante su estancia, el gobierno del estado y el de Acapulco en particular, estuvieron apresurando a trabajadores públicos y a las empresas contratistas para que entregaran lo mejor posible las obras donde el Presidente López Obrador iba a asistir.
Hasta el sábado en la tarde cientos de trabajadores de la construcción se encontraban laborando en el parque Papagayo, realizando actividades de tramoya, con la intención de tener listos los sitios programados y ser merecedores de la complacencia del primer mandatario de la nación.
Así sucedió con la recolección de basura, las fugas de agua en las calles y la ubicación de contingentes de aplaudidores por donde pasara la comitiva bastante abultada del inquilino del palacio nacional.
El nefasto culto a la personalidad y la repetición de las acciones cortesana para quedar bien con los jefes se perpetuan, cambiando del verde, blanco y rojo al azul celeste y ahora al púrpura suave. Todo fue parafernalia para que el Presidente les ofreciera una palmada como certificado de que serán atendidos para resolver la problemática que enfrentan, a través de millonarias sumas de dinero público que lo más seguro es que terminen en contratos ficticios o leoninos, o bien, en arcas de particulares.
Los únicos satisfechos con la visita fueron los gobernantes en turno que, con sonrisas de oreja a oreja, vieron cómo López Obrador vertía promesa tras promesa.
A nadie pareció importarle que en varias líneas del discurso presidencial se refiriera a la Gobernadora como hija de Salgado Macedonio, que comentara que el exGobernador priista estuvo a la altura de las circunstancias y que estaba extrañado debido a que la Presidenta de Acapulco, aunque nacida en Oaxaca, la hubieran elegido con beneplácito los acapulqueños.
Nadie se acordó de la tormenta ni del motín en el reclusorio de Acapulco, de los asesinatos en plena vía pública en las principales ciudades del estado ni de las voces que se levantaron entre el graderío y las concentraciones, solicitando atención expedita y sin engaños a sus demandas.
Qué lástima lo que se apreció………Más de lo mismo. Más circo, más promesas y cada vez menos pan y satisfactores.
**Baltasar Hernández Gómez es politólogo, comunicador, asesor, escritor y catedrático-investigador.