Por Baltasar Hernández Gómez.
[Politólogo certificado, experto en análisis y marketing político. Escritor, comunicador, catedrático-investigador y asesor en asuntos académicos]
En medio de una vorágine de imágenes audiovisuales que somete al razonamiento y al sensus a un universo de sí-no, de bueno-malo, de eficacia-ineptitud y correcto-incorrecto, es imprescindible que se brinde información sobre propaganda política, a través del conocimiento de las reglas básicas con las cuales se construyen mensajes comunicativos.
Saberlas no significa estar blindados ante el cúmulo de discursos, audios e imágenes que inundan la esfera no solamente pública, sino privada. Tampoco representa la panacea para que los empíricos de la política se crean y hagan creer que pueden realizar una campaña estratégica en el ámbito de lo político.
A continuación, explico las seis reglas más utilizadas para construir propaganda política eficaz:
REGLA DE LA SIMPLIFICACIÓN. –
La propaganda política debe construirse desde, por y para los auditorios, es decir, que sea simple (objetiva y sencilla), entendible y repetible. Todos y cada uno de los signos, símbolos y señales que se moldeen tendrán que ser, traducidos en imágenes, discursos y despliegue táctico/logístico, para alentar la comprensión, memorización y consenso del mercado político.
La comunicación verbal y no verbal [vestimenta, comportamiento, mensajes, imágenes, lemas, plataformas, principios, entrevistas y todo propagandístico] tiene que estipularse para alcanzar contacto directo e impacto positivo en la ciudadanía. Como dice el refrán mexicano ¿Para qué tanto brinco estando el suelo tan parejo?, que es lo mismo a evitar -a toda costa- mensajes recargados e incomprensibles.
Se hace necesaria la planificación, organización y ejecución de propaganda exitosa, basada en la precisión de la hechura y transmisión de mensajes, para evitar confusiones o cualquier tipo de conflictos que hagan que los auditorios desvíen su preferencia, debido a complejidades en el entendimiento, saturación audiovisual u ostentación.
El producto político, sea este partido, sindicato o instituciones públicas y privadas, debe encontrar el punto exacto de sencillez, a efecto de que sea admitido como opción preferencial.
REGLA DEL ENEMIGO FOCALIZADO. –
Para captar al mayor número de audiencias es primordial que se imponga un símbolo contrario, o sea, la creación de la figura del enemigo focalizado o único, con el propósito de que los grupos o personas adherentes a la causa tengan oportunidad y motivo para descargar fobias, sentimientos encontrados o experiencias negativas.
En todas fábulas, cuentos, novelas y películas hay una reproducción de la lucha entre el héroe y el villano. David y Goliat; Moisés y el faraón de Egipto; Indiana Jones y los nazis; Luke Skywalker y Darth Vader; Caperucita roja y el lobo feroz; Vicente Fox Quesada y Felipe Calderón Hinojosa y ahora una gran mayoría de personas y agrupaciones versus Andrés M. López Obrador, entre otros cientos de personajes reales o ficticios, dan cuenta que la regla del enemigo focalizado realza la penetración de un suceso, trama o persona en la psique social.
Dotar al mercado político de un enemigo único hace que se maximicen los errores y debilidades del contrincante, lo cual potencia las fortalezas del producto político que está impulsándose. El “otro” o “los otros” tendrán que lidiar no solamente con los problemas coyunturales, sino con los símbolos mediáticos y hasta culturales que demeritan su imagen y presencia.
No todos los partidos, no todos los candidatos, no todas las posturas y no todas las acciones tienen que ser manejadas como negativas, sino la que más favorable sea para la estrategia trazada.
Por ejemplo, en un debate televisivo, el candidato X no debe enfilar baterías de ataque hacia todos los contrincantes, sino preferentemente a uno, al que en ese momento tenga la curva de atención más elevada.
El ataque, indiscutiblemente, no se realiza con groserías o desplantes innecesarios, sino con el uso adecuado de datos tangibles y símbolos que descubran fallas, incumplimientos o malos manejos.
Así pues, el enemigo más poderoso tiene que ser tomado como “único”, a fin de que el producto político a propulsar, junto con los otros oponentes, que no se sienten embestidos, desarrolle tácticas que disminuyan la credibilidad y posicionamiento del contrario.
REGLA DE DESFIGURACIÓN-EXAGERACIÓN. –
Este lineamiento va a ser utilizado para extender una noticia, desaguisado o error de los contrarios y, al mismo tiempo, potenciar los datos y hechos altamente favorables para el candidato que está propulsándose.
Exagerar logros propios y exagerar las derrotas, pérdidas y faltas de los contrincantes será regla fundamental para que los sectores sociales identifiquen los sellos de los candidatos, poniendo en la cima al que se desee elevar.
Si los oponentes son extrovertidos no hay mejor propaganda negativa que tomar sus movimientos kinésicos, frases y despliegues para presentarlos como personas dramáticas, obsesivas-compulsivas, hiperactivas o con perfiles autoritarios a la audiencia receptora de los medios masivos de comunicación.
En otros casos, cuando los oponentes son introvertidos o de difícil manejo público, hay que inyectar una fuerte dosis de crítica hacia los silencios, pausas o malos manejos de frases y acciones durante su trayectoria de vida y en campaña, a efecto que los ubiquen como sujetos grises, opacos y con escasas fortalezas para tomar decisiones acertadas para la generalidad.
REGLA DE LA ORQUESTACIÓN. –
Orquestar es vincular y sistematizar. La estrategia propagandística debe sustentarse en la vinculación de los objetivos, alcances y recursos que tenga el producto político, con el propósito de mostrarlo de la misma forma siempre, es decir, la sistematización debe convertirse en una repetición planificada, para que los auditorios sitúen al candidato en las preferencias sin caer en hartazgo, que luego termine en el fastidio o la separación.
Tiene que sistematizarse el diseño construcción, difusión y manejo de lemas, frases, discursos, posturas de imagen, temas centrales, resultados obtenidos, etc., para que el producto político sea recordado favorablemente por los distintos grupos sociales. Si se dice algo y luego existe contradicción, en lugar de transmitir constancia y seguridad, se estará anteponiendo un halo de inseguridad y volubilidad y eso no puede permitirse.
La regla puede concentrarse en la siguiente oración: “Repetir, repetir y seguir repitiendo lo que se planeó, lo que sirve y funciona, desechando lo ineficaz”. En otros términos: la orquestación es sistematización y estandarización, para que le producto político sea exhibido de la misma manera sin cambios bruscos que puedan inferir voluptuosidades u ocurrencias.
REGLA DE TRANSFUSIÓN. –
Toda la campaña propagandística debe tener un sustento más allá de la realidad objetivada. La transfusión está referida a incorporar signos preexistentes en el imaginario colectivo.
Hay que propagar no sólo datos, sino ideas que muchas de las veces tienen que ser aderezadas con pensamientos (algunos denominan “mitos”) nacionalistas, históricos y de éxito a toda prueba, con el fin de unificar criterios, voluntades y aceptaciones, pero también para el fomento de fobias/rechazos hacia lo que suene extranjerizante, antipatriótico, inseguro, inmoral e inhumano.
Hacer uso de estereotipos de “lo bueno” (en nuestro producto) y de “lo malo” (en los opositores) es fórmula que ha comprobado efectividad y por eso debe ser retomado en el plano interno. La transfusión consiste en energizar al producto político de los valores positivos de una etapa histórica, de un triunfo político, deportivo, intelectual, etc.
En el otro cuadrante, la transfusión tiene que ver con los aspectos más negativos de sucesos sociales, familiares, personales, académicos, políticos, etc., lo cual suma votos a la causa. Sumar adeptos a través de ser comparados con héroes de la historia, cultura, filosofía, gobiernos anteriores exitosos, etc.
REGLA DE LA UNANIMIDAD-CONTAGIO. –
Una de las finalidades de la propaganda política consiste en crear y recrear percepciones, sentimientos y luego perfiles de conducta en las audiencias que vayan conformando “contagio”, es decir, que haya una réplica empática sobre una decisión, valor, símbolo, promesa y apoyo emitido por el producto político.
A esto se le llama también regla de unanimidad, pues se trata de que la gente se conduzca bajo el supuesto de que no puede ir contra la generalidad, porque tiene que pensar y percibir que con el producto político “nuestro” está en lo correcto.
¿Cómo se consigue? A través de la programación sistemática de mensajes políticos, spots, entrevistas, noticias y presencia en vivo y por medio de los mass media (diarios, radio, televisión, internet, impresos, etc.), a efecto de transmitir un conjunto de posiciones ideológicas que remarquen en el mercado político su predilección.
Al final de cuentas la unanimidad y el contagio es integración, lo cual se necesita en grandes cantidades para aumentar el capital político para ganar una elección.