Más de mil desplazados, tras enfrentamientos en Pueblo Viejo, Sierra de Heliodoro Castillo

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*De 1500 personas que había en el pueblo, sólo quedan unas 100

*Exigen la presencia permanente del Ejército Mexicano para que las familias regresen

Por: José Molina de la Cruz

Chilpancingo, Gro. 31 de Agosto del 2017. – Sólo 100 personas quedan de 1500 que había en la localidad de Pueblo Viejo, municipio de Heliodoro Castillo (Tlacotepec), después de tres días y tres noches de terror por enfrentamientos entre dos grupos antagónicos de la delincuencia.

El pasado jueves, por la tarde un grupo de más de 100 hombres fuertemente armados irrumpieron en el poblado y desde los cerros atacaron a dos viviendas donde se encontraba otro grupo armado que recientemente había llegado al lugar.

Desde los cerros los hombres armados disparaban, las balas pegaban contra su objetivo, pero también con las fachadas y techos de otras viviendas, e incluso el techo de la cancha, la iglesia y dos transformadores, lo que provocó que desde ese día hasta la fecha no cuenten con energía eléctrica.

El infierno por el enfrentamiento entre los dos grupos delictivos duró tres días y tres noches, el cuál culminó el sábado por la noche, cuando el Ejército Mexicano y la Policía Estatal acudió al lugar para tomar el control de la seguridad.

En contraste con lo informado por el vocero del Grupo de Coordinación Guerrero, Roberto Álvarez Heredia, quien dijo que era mínimo el desplazamiento de familias a raíz del enfrentamiento, en la comunidad apenas se encontraron 100 habitantes, de mil 500 que había hasta el domingo.

Inmediatamente que cesaron las balaceras, quienes tenían vehículos, cargaron algunas cosas y se fueron en busca de lugares seguros. El éxodo ha seguido durante toda la semana, dejando en la localidad a un grupo de apenas 100 personas, que no tienen los medios necesarios, ni un sitio a donde ir.

Doña Roberta Dimas Pani, tiene siete hijos, y se los quiere llevar a otro lugar para que estudien, pues en Pueblo Viejo, no hay clases, los maestros de prescolar, primaria, secundaria y telebachillerato, fueron los primeros que se fueron y no están dispuestos a regresar hasta que se restablezca la seguridad.

No se sabe con exactitud hacia donde se fueron las familias, unas tomaron el camino rumbo a Campo Morado, otros a Tlacotepec, a Chilpancingo y hacia la Costa Grande. La última familia que huyó, se fueron montados en sus caballos.

Las opciones se están acabando, y la crisis se agudiza. Las enfermedades respiratorias se están incrementando, sobre todo en los niños, y no hay médicos ni medicinas, lo poco que trajo el Ejército es para adultos.

Los víveres escasean, las dos tienditas, están casi vacías, durante toda la semana ningún camión repartidor ha subido, tampoco han llegado despensas por parte de ninguna autoridad.

El suministro eléctrico fue cortado desde el jueves, cuando estaban en su punto máximo los enfrentamientos, cerca del pueblo, fue derribado un árbol sobre los cables de luz, que también tiró un poste, y requieren con urgencia la presencia de la Comisión Federal de Electricidad (CFE).

“Nos sentimos abandonados y tristes, queremos que se quede el Ejército de manera permanente, que se restablezca la seguridad, nuestro pueblo, es todo lo que tenemos, no tenemos a donde ir”, son las palabras de una mujer de más de 70 años de edad quien ha pasado toda su vida en esta localidad.

Cada vez que escuchan encender los motores de los carros de los militares, se asoman para ver si no se van, pues de ser así, también tendrían que irse, ante el temor de que se repitan las dolorosas escenas de hace ocho días.

“Aunque sea tortillas les voy a dar, pero quédense”, suplican a las fuerzas de seguridad, están dispuestos a sobrevivir con lo que naturaleza les dé, maíz y frijol, no les faltan, otras veces la cacería les ayuda, aunque no en este momento en que no pueden salir ni al campo.

En medio de la desolación, en total abandono, los 100 habitantes que quedan ponen las esperanzas en que lo documentado llegue a oídos de las autoridades de los tres niveles de gobierno y atiendan la emergencia, mientras los niños, quienes, si pueden sonreír, despiden moviendo las manos a los visitantes.