Por Baltasar Hernández Gómez.
No ha sido mi intención evitar referirme por escrito sobre lo que está ocurriendo en Acapulco desde hace algunos días. Decidí dar un tiempo a que las actuales autoridades tuvieran espacio para realizar acciones que recompusieran el estado de inacción, ignorancia, improvisación y falta de compromiso para otorgar programas y servicios de impacto social y económico, pero la verdad es que no hay reloj que pueda dar la hora de inicio a lo que por ley está obligada la presidenta, Abelina López Rodríguez.
Las promesas en campaña botadas en el cofre del olvido y la opacidad; los discursos de un Acapulco mejor, rebasados por la carencia de un plan rector que sirviera siquiera para saldar la deuda de agua potable, calles limpias y sin baches ni fugas; la inseguridad pública y, mucho menos, de medidas para alentar turismo, cultura, deporte y fomento económico.
Hoy por hoy, Acapulco está en un estado deplorable que, guardando distancia y comparaciones, parece prácticamente un escenario de guerra donde todo es desastre en calles y avenidas por la acumulación de basura que, entre otras cosas, despide olores nauseabundos y son focos rojos de contaminación, entre otros componentes que no solamente afean a la ciudad, sino que la ponen al borde del colapso en el ámbito de la salud y urbanismo.
Mientras tanto, Abelina López Rodríguez en eventos de relumbrón, de acompañante de la gobernadora, lanzando discursos de fuego nuclear contra su predecesora, porque señala que la obra del poblado de La Sabana fue pagada, pero que sólo está hay un 10% de avance.
Claro está que no puso sobre la mesa del Cabildo nada relativo a las acusaciones públicas del excontralor, y compadre de la expresidenta municipal ni de los aviadores de regidores en la nómina mi del negocio de pipas por la falta sistemática y a propósito de agua potable mi el manejo de recursos, en forma discrecional en finanzas y catastro. Circo y más circo y ni un mendrugo de pan.
En la realidad que se vie a ras de calle la actual presidenta municipal no ha dado ni da resultados, ya que su administración repite y multiplica la dinámica de irresponsabilidad y corrupción dejada por administraciones pasadas.
Ayer, frente al malecón del puerto, señaló que no va a solapar la corrupción y que quien lo haga, sea funcionario sin partido o de Morena, va a ir a la cárcel porque la honestidad la trae en la sangre como Benito Juárez.
Palabras que suenan al canto de sirenas, pero que no implican nada, puesto que en su gestión-sin gestión persisten procedimientos y prácticas que hacen que la corrupción y la ineficacia sean una constantes, un modus operandi.
Quienes conocen de análisis de discurso, saben que este mensaje está planificado (aún cuando éste haya sido producto empírico) para distraer la atención y ganar un poco más de tiempo, sobre todo cuando el presidente de México sostiene el mismo guión (con las mismas características y derivaciones locales y estatales) en medio de señalamientos de enriquecimiento ilícito, puesta en marcha de una mega-obra sin sostenibilidad a mediano plazo y una crisis social de polarización, económica y de legitimidad que trasciende la gestión pública.
La quimera que hoy posee el título de autoridad en Acapulco, se pasea y hace el ridículo al salir a cuadro en videos promocionales sin la mínima preparación y en lugares inadecuados, permitiendo además, que se produzca y transmita propaganda audiovisual de ínfima calidad, pagada a precios de primer mundo, donde los protagonistas son luchadores combatiendo al COVID en un ring improvisado afuera de una cancha deportiva, como parte de una campaña de concientización (???) contra la pandemia que ha azotado a la sociedad mexicana y al mundo desde marzo de 2020.
El grado superlativo de ignorancia de Abelina López Rodríguez y su falta de compromiso a la tierra que la acogió cuando su familia emigró del vecino estado fe Oaxaca, hace nuevamente aparición cuando anunció con bombos y platillos que una de sus prioridades es invertir 12 millones de pesos en la remodelación del zócalo, cuando en verdad lo que se requiere es que haya una sinergia simultánea para el mejoramiento de la infraestructura urbana, la dotación de agua a las casas y negocios y se haga algo bien en cuanto a drenaje y descargas putrefactas que continúan desembocando en la bahía.
Lo cierto es que Abelina López Rodríguez no cuenta con un gabinete sólido ni preparado para hacer frente a la problemática de Acapulco y así pueda honrar su palabra y los principios de la 4 T.
Y todo es un nudo gordiano donde la crisis se acentúa sin que se perciban soluciones en los próximos años de su mandato ya que en principio no tiene equipo de trabajo, toda vez que la mayoría de mujeres y hombres que la acompañan fueron colocados por compromisos políticos y, ella misma, es obstáculo para que realmente exista una reconversión que favorezca a los acapulqueños y visitantes.
Los complejos son más grandes que su capacidad para admitir que requiere ayuda, reconociendo que es necesario reiniciar sin ocultamientos y sin ocurrencias que cuestan millones de pesos..
Qué podemos hacer los ciudadanos: proponer acciones contundentes para que, de una vez por todas, se generen resultados en servicios públicos y modernización administrativa y fomento para el desarrollo local y actuar con presión porque no es posible que la presidenta Abelina López Rodríguez siga en un nicho de intocabilidad rodeada de un séquito de abejorros, que sólo desean cobrar sus quincenas y seguir captando recursos a través de prácticas ilegales y corruptas.