Por Baltasar Hernández Gómez
Para los que no sepan o para aquellos a los que se les ha olvidado: la política es ciencia, arte y técnica. Es ciencia porque tiene una estructura organizada y sistematizada de conocimientos, teorías, evidencias y comprobaciones que explican lo concerniente al Poder y al Estado. Es arte porque aglutina capacidades/habilidades para hacer del estudio y la práctica un acto. Es técnica porque contiene un conjunto de procedimientos para llevar a cabo fines, en forma eficaz.
Sin embargo, para muchos neófitos, piratas, vividores y oportunistas la política se ha convertido hoy en día en un modus vivendi, que ofrece la ocasión para “vender” espejuelos en lugar de pepitas de oro puro.
Si bien es cierto que la política es en una de sus designaciones técnica, ésta no solamente debe servir para perpetuar el proceso de dominación de las clases hegemónicas, sino también como espacio donde se materialicen sociedades democráticas, humanistas, justas y equitativas.
Para allá se encaminan algunos esfuerzos, pero aún falta un tramo por recorrer. Mientras tanto, veamos cómo se construyen los mensajes políticos.
En la conceptualización anglosajona, política es la producción y reproducción exitosa de mensajes. Este axioma pragmático e instrumentalista es utilizado por muchos mercadólogos y publicistas que se han enfocado en estructurar mensajes políticos eficaces para imponer modos de pensar y actuar en las sociedades modernas.
En este sentido los mensajes políticos están concebidos con una visión planificadora por sus, obteniendo de las fuentes de información [medio ambiente social] contenidos enriquecidos con imágenes, ideas contextualizadas/descontextualizadas y símbolos unificadores que estén acordes con los intereses del.
Los mensajes políticos son los pilares para la transmisión y recepción ad hoc de signos y señales por parte de la audiencia y su finalidad es captar el interés (general o particular) para situar, desplazar o recordar ideologías y actitudes que varíen comportamientos sociopolíticos.
La meta es impactar por medio de una comunicación efectiva de intencionalidades, modos de apreciación e intereses definidos de las instituciones, partidos y candidatos propulsores, con el propósito de encontrar respuestas favorables que posicionen y hagan recordar un sello distintivo.
La eficacia de los mensajes comprende la generación de componentes que determinen la estrategia de la campaña política, a efecto de establecer comunicacional para persuadir, convencer y afianzar en la psique y comportamiento del sujeto sujeto-masa un tipo preciso de acción para que de otro modo sería impensable que lo hiciera.
En los hacedores existe una consigna clave que no debe estar presente en los mensajes políticos: convencer es vencer. Esto es lo que se persigue ni más ni menos. Por lo tanto, el diseño de los mensajes tiene presente -en primera línea- a los destinatarios, es decir, a los ciudadanos afines; a los que han mostrado cierta adversidad; a los potenciales que se desean conquistar, así como a los adversarios y neutros.
Luego de definir los destinatarios tienen que delimitarse los objetivos, recursos, procedimientos y alcances para la ejecución de una política comunicacional que cumpla con su cometido.
Se debe visualizar un diseño general de marketing que contenga lo siguiente: cuál es, cómo es y donde está el mercado político y qué posicionamiento competitivo se definirá para situar en el centro de operación los linderos del destino y sus impactos a favor, reduciendo los negativos.
Asumiendo lo anterior se podrá constituir la estructura global de los mensajes políticos: 1) Lanzar e introducir el producto político, de acuerdo a un diagnóstico de realidad, necesidad y expectativa; 2) Posicionar y/o mantener la imagen de éste por medio de teorías y técnicas subliminales; 3) Ganar, hacer permanecer o reactivar presencia y empatía a través de una política de sistematización de propaganda, visitas, etc.; 4) Preparar la entrada, o sea, posicionar al en un determinado territorio, así como desubicar o confundir a los contrincantes.
La campaña comunicacional es la acción concreta para penetrar al público, con la finalidad de afianzar del producto político en su medio ambiente electoral-institucional-gestión. Un no debe pretende construir obras de “arte”, porque la trascendencia radica en ser eficaces, es decir, alcanzar permanencia y acomodo a favor del mensaje mismo.
Los mensajes políticos deben -eso sí- contener elementos estéticos, realistas, propuestas a futuro, diseño semiótico, que lo hagan “atractivo”, es decir, “comprable” por los.
Para definir el diseño es importante ubicar con precisión al de los mensajes, que es el ideal de rol frente a su entorno, candidato, partido, gobierno, institución, causa, campaña o cargo. Al ciudadano promedio no le interesa el organismo o sujeto por separado, pues su fijación está centrada en lo que pueda darle éste, o bien, cómo observa, cuantifica y valora su gestión. Esto es básico para la determinación del producto político, ya que le confiere una personalidad definida y diferenciada.
Para lograr un mensaje pertinente y eficaz hay que tener respuestas muy precisas a preguntas referidas al público meta: ¿Cómo está su ambiente de vida? ¿Qué tiene y qué le hace falta? ¿Quién es y cómo es la oferta? ¿Qué desea del candidato y/o partido? ¿Cómo, dónde y cuándo lo “adquiere”? ¿Cómo, dónde, cuándo y para qué lo “quiere”?
Las experiencias y vivencias del candidato y/o partido, organismo y funcionario también ayudan a esta determinación del mensaje político, en virtud de que en muchas ocasiones es necesaria una buena cuota de< rescate> de lo “triunfante”, o sea, de lo que ha dado resultado en el pasado inmediato, con la idea central de renovación, actualización o superación, conforme a los requisitos que existen en el ambiente prevaleciente.
Es imprescindible que quede grabado que producir, reproducir e innovar la percepción de los individuos sociales. Luego de que se haya decidido establecer el equilibrio de los mensajes políticos se deberán impulsar las ideas/promesas que se transmitirán (tomando en cuenta la elaboración final, tiempo de transmisión, repetición y medios para posicionarlos sin sobrecargas).
Para esto es muy importante reunir los atributos y beneficios que, en términos generales, los ciudadanos esperan obtener del candidato, proyecto, institución o candidato y qué es lo que hay que de lo. En definitiva, que el público meta “adquiera” el producto político teniendo identificados y la simbología incluida en los mensajes.
Los mensajes políticos deben tener una carga precisa de originalidad, creatividad, certeza, a fin de que sean sustentables, lo que trae implícita la idea de relacionar orgánicamente los sucesos que ocurren en el medio ambiente social, político y económico con la realidad percibida. De lo contrario se puede caer en la ilegitimidad, falta de empatía o falsedad.
Así pues los tienen que conformar un plan que integre lo siguiente:
- A) Fuente de la emisión de mensajes.- Que es igual al diagnóstico de los sucesos, necesidades y expectativas del entorno social.
- B) Emisor.- Que es el que impulsará ideas para a la audiencia receptora.
- C) Mensaje.- Que es la elaboración organizada de lo que se quiere posicionar como positivo en los receptores.
- D) Signos/símbolos y señales.- Que son el conjunto de contenidos codificados para ser entendidos por la audiencia con la captación de la intencionalidad del emisor. Esto trae consigo una serie de elementos extraídos de la cotidianeidad, componentes culturales, formativos, valores, etc.
- E) Reducción de interferencias.- Que es la eliminación de distorsiones que pueda producir la competencia, mala planificación y ubicación de los mensajes.
- F) Receptor.- Que son los sujetos que decodificarán el mensaje.
- G) Destino.- Que es el posicionamiento de los pensamientos manejador por el transmisor, los cuales se convierten en preferencias y comportamientos que modifican las actuaciones políticas, sociales e ideológicas hacia un punto que favorecerá al emisor.